Viajar te abre la mente, te amplia el alma y te llena de historias. Y aunque sea una de las actividades más hermosas, tiene la responsabilidad no solo del goce y de las fotos lindas, si no también la de ser embajadores del mundo, de narrar la magia de cada lugar al que vamos y por sobre todas las cosas, cuidar cada espacio que habitamos temporalmente.
Viajando descubrí que el cine es una puerta a la realidad, pero que una vez que tomas el avión, entras en esa puerta y te encuentras con magia pura. Para mí viajar siempre ha sido un descubrimiento a otras culturas, es un cuestionamiento de mi mundo, una apertura a mi cerebro, un convencimiento de que realmente todos los seres humanos somos iguales y que cada uno está en su proceso de evolución.
De cada lugar encuentro maravillas, quizás por ser excesivamente positiva o quizás porque realmente es así, pero nunca he dejado de admirar algo en cada lugar al que voy. De esa admiración y conocimiento, nace la necesidad de cuidar. Si cada persona encuentra algo de valor en lo que recibe de su experiencia, pienso que surge una necesidad pequeñita, así como una semilla, que va creciendo hasta que explota y te da el síndrome de querer salvar al mundo.
Me considero ciudadana del mundo. No me he sentido ajena a los sitios donde he estado, siempre me conecto por su gente o con su naturaleza y siempre me quedan más y más ganas de viajar. Sobre esta base, mi base, acepto la responsabilidad de ser mejor persona antes, durante y después de mi viaje. ¿Si cuido mi casa, por qué no cuido mi mundo, mi planeta, mis lugares conquistados?.
Solo una breve reflexión del rol que tenemos al ser viajeros.
Buen viento, buena mar!
@tatigreenco